En muchas ocasiones la Universitat Politècnica de València ha sido reconocida como una institución muy vinculada con el territorio. Durante años hemos venido copando las primeras posiciones en los rankings que miden la actividad de transferencia de las universidades españolas. Esta actividad incluye patentes, licencias, contratos con empresas e instituciones y un sinfín de colaboraciones que cada año realizamos con el entorno socio-económico. Además, el estar presentes en dos provincias de la Comunitat Valenciana con sus tres campus en las ciudades de Valencia, Alcoy y Gandía creo que es una muestra evidente del compromiso que desde la UPV tenemos en vertebrar el territorio.
El haber llegado a esto no es fruto de la casualidad. Sucede porque hay un planteamiento estratégico de la UPV que, además de perseguir reconocimientos internacionales en prestigiosos ránkings (somos la única universidad politécnica española entre las 500 mejores del mundo), estamos convencidos de que nos debemos a nuestro territorio. Hemos hecho nuestro, de manera muy clara, el deber que tenemos en la contribución al progreso económico y social del territorio. Consideramos que el desarrollo de nuestro entorno es una labor fundamental de la universidad, que le da sentido y en la que, sin lugar a dudas, la Universitat Politècnica de València destaca con nota.
Recientemente he tenido la oportunidad de compartir una mañana con otra persona que, como yo, piensa que el desarrollo del territorio, más allá del desarrollo de lo que sucede en las grandes ciudades, es fundamental para esa labor de vertebración del territorio. Una persona que, además, valora el papel de la universidad como motor de desarrollo. Esa persona es Manuel García Portillo, uno de los principales empresarios de nuestra Comunitat.
Manuel tiene una trayectoria ciertamente impresionante. Es presidente de Tecnidex y del Grupo MGP, líderes en su sector. Su actividad, más allá de la empresarial, ha sido reconocida recientemente con el Premio de Acción Social del diario Valencia Plaza por su Proyecto Origen, que es lo que motivó mi encuentro con él. Manuel me contaba, con esa pasión que solo los más visionarios son capaces de transmitir, como su proyecto busca acercar el territorio rural al ser humano. Las personas deben poder “encontrarse alrededor de la naturaleza, con ellas mismas como protagonistas, de personas para personas, para trabajar y para disfrutar” decía con gran precisión.
Empresarios como Manuel, con proyectos que van más allá del beneficio a corto plazo, contribuyen de manera inequívoca al territorio. Plantean iniciativas que, aunque al principio puedan parecer complicados de hacer aterrizar, acaban poniéndose en marcha y consiguen importantes logros.
Tras ver en primera persona iniciativas como el Proyecto Origen no puedes más que constatar que en la UPV nuestra apuesta por el territorio sigue siendo fundamental. Además, debemos promover esa relación entre universidad, empresa, administración pública y ciudadanos. Todo ello se convierte en una manera de desarrollar el territorio y en el que, como no puede ser de otra manera, desde la universidad tenemos la obligación de liderar.